Fin del mundo y sucesión papal: qué dice la profecía de Nostradamus sobre el nuevo Papa

La muerte de Francisco reactivó una vieja predicción que muchos preferirían no recordar. Entre la fe y el misterio, la mirada está puesta en el próximo Papa.

La muerte del papa Francisco, uno de los líderes religiosos más influyentes del siglo XXI, trajo consigo no solo luto y homenajes, sino también el resurgir de antiguas teorías que mezclan religión, historia y misterio. Entre ellas, una vez más, las profecías de Nostradamus vuelven a tomar fuerza con un tinte inquietante: la posibilidad del fin del mundo tras la elección del próximo Papa.

El texto del astrólogo francés del siglo XVI advierte sobre una sucesión papal enigmática: “Primero vendrá un Papa extranjero, luego un Papa viejo y, finalmente, un Papa negro, y con él, el fin del mundo”. Las interpretaciones modernas señalan que Juan Pablo II podría haber sido el Papa extranjero, Benedicto XVI el viejo y Francisco, jesuita, el llamado “Papa negro” por su pertenencia a esa orden religiosa. Si esta lectura fuera cierta, la profecía ya estaría cumplida, y el mundo se encontraría al borde de una transformación definitiva.

Otros, sin embargo, creen que el verdadero “Papa negro” aún no ha llegado, y que su elección marcaría el inicio del colapso. No necesariamente el apocalipsis bíblico, sino una gran crisis institucional para la Iglesia. En ese sentido, los rumores sobre posibles sucesores ya disparan nombres como Peter Turkson (Ghana) y Robert Sarah (Guinea), dos cardenales africanos que —en línea con la interpretación más literal— podrían encajar con la figura profetizada.

Más allá del contenido apocalíptico, lo cierto es que cada vez que muere un Papa, el mundo detiene su marcha y vuelven a circular temores atávicos. Y en medio de los ritos, la fe y los protocolos, las teorías de Nostradamus siguen desafiando el tiempo, ganando lectores y despertando preguntas que quizás nunca tengan una respuesta clara.

Mientras el Vaticano se prepara para el cónclave y los ojos del mundo se posan sobre Roma, la historia se repite: un vacío de poder espiritual, una transición incierta y la eterna pregunta por lo que vendrá. En esa grieta entre lo racional y lo profético, el legado de Nostradamus se cuela, una vez más, como sombra y susurro del porvenir.