Febrero trae cada año uno de los eventos más importantes de la idiosincrasia jujeña. En cada rincón de la provincia todos se preparan para vivir el Carnaval, el desentierro del diablo, para así dar rienda suelta a la fiesta por algunos días. Las cuatro regiones jujeñas se preparan durante 12 meses para el gran evento.
Es que el Carnaval es una de las fiestas populares de mayor tradición en la historia de la humanidad, donde el sincretismo se hace presente e inclusive algunos historiadores indican que su origen, probablemente, esté en los rituales paganos a Baco, el “dios del vino”. Una manifestación popular que habría llegado al Continente Americano con la “conquista española”
En Jujuy, principalmente en Puna y Quebrada -así como en toda la región andina del continente-, el Carnaval es simbolizado por un “diablo que se desentierra”, de manera divertida y ruidosa en una apacheta de piedra, brindando y bailando, por las calles de las ciudades o pueblos.
Como símbolo del evento que dura varios días, los presentes colocarán una ramita de albahaca en la oreja, tirarán serpentinas y talco, uno talco que cubre el rostro y los dejará “escondidos” mientras dure la fiesta. Así permanecerán todos hasta el sábado siguiente cuando llegue el momento del entierro del diablo.
Durante los días que se extienden los festejos, el diablo habitará en todos, lugareños y turistas.
El personaje de la cola, dice la creencia, trae alegría, baile y desenfreno. Los más viejos dirán que el verdadero sentido del Carnaval es la transformación de las costumbres, la inversión de los valores, donde el diablo es quien se apodera de los individuos permitiéndoles hacer todas aquellas cosas que fuera del Carnaval no harían: “El diablo mete la cola”, como dice el dicho popular.
Teniendo en cuenta cada detalle de los eventos, un espíritu predispuesto para las propuestas es fundamental para disfrutar al máximo. La celebración, en cada región, es distinta en actividades, pero iguales en algarabía.

En el Norte: Quebrada y Puna
El comienzo del Carnaval se da con los festejos de los jueves: Ahijados, compadres y comadres (con una semana de diferencia entre ellos). En cada uno se reúnen los protagonistas para celebrar con sus pares. Si bien el jueves de Ahijados ha comenzado a ganar adeptos entre los que no pueden esperar más, el Jueves de Compadres es la primera “fiesta grande” carnestolenda.
Está dedicado a los hombres, quienes se reúnen y empiezan con las primeras coplas del Carnaval, desde el mediodía dan rienda suelta a la diversión y allí se entonan las primeras coplas. El Jueves de Comadres, día dedicado a las mujeres, se homenajean las comadres y se reúnen en distintos lugares. Ahí las mujeres se desean un buen Carnaval convidándose bebidas y comidas, pero fundamentalmente entonan coplas.
Después de un día de descanso (el viernes), y con la participación de comparsas y el público, tiene lugar el “desentierro” del Carnaval.
Cada comparsa o agrupación en un mojón armado en honor a la Madre Tierra, donde se le ofrece comida, regará con bebidas, hojas de coca y cigarrillos encendidos para que ella deje salir al Carnaval. También se le agradece y pide mucha alegría y diversión a la “Pachamama” para toda la semana.
En “el mojón” -montículo de piedras que representa el lugar donde está enterrado el diablo-, los presentes, encabezados por los integrantes de cada comparsa, lo riegan junto con la tierra con bebidas alcohólicas, arrojan hoja de coca y cigarrillos encendidos. Se lo decora con serpentinas, guirnaldas, flores y albahaca. Se “saca” el diablo y comienza el baile.
Después del desentierro del diablo, las comparsas llegan al pueblo bailando con sus respectivos cantos y música. Al final, todas coinciden en un punto de encuentro para bailar, cantar y desfilar. Todo “regado” con cerveza, chicha, clericó, saratoga y vino. El diablo va a la cabeza del desfile y el baile durará hasta el amanecer y proseguirá hasta el siguiente domingo.
El Domingo de Tentación, nueve días después, se vuelve a enterrar al diablo, que permanecerá oculto un año.

En el Ramal
La ciudad San Pedro se convierte en el eje central de los carnavales de la región calurosa de Jujuy. Pero la celebración se da a lo largo y ancho. El clima festivo representa una fiesta importantísima para los habitantes y visitantes.
Las celebraciones se han constituido en uno de los atractivos turísticos más importantes llenando las calles de la ciudad de alegría, color (porque una de las características de las celebraciones es colorearse la cara con pinturas) y magia.
El último fin de semana de enero se presentan las comparsas que integrarán los corsos; esos desfiles de agrupaciones que bailan por las calles de la ciudad, invitando a todos los presentes a los festejos.
Al ritmo del Pim Pim -música tradicional y alegre de la región-, numerosas agrupaciones de comparsas indígenas, artísticas y folclóricas comenzarán a desplegar las celebraciones del Carnaval.
Se presentan por las calles con sus disfraces o trajes confeccionados manualmente; y se dividen en rubros: Las artísticas, las indígenas (mascaras con plumas y trajes brillantes), las folclóricas y las ancestrales.

En los Valles
San Antonio es la sede principal del Carnaval de los valles jujeños. Allí comparsas y agrupaciones gauchas son las que le dan el colorido a la región.
Cada fin de semana de febrero los bailes populares y peñas concentran a miles de personas para las celebraciones carnestolendas. También forman parte los eventos familiares o encuentros callejeros.
En los departamentos de El Carmen y San Salvador también se vive, al igual que en las otras regiones, esa mística de jugar con “lo prohibido”, pero que el diablo autoriza durante algo más de una semana.
