JUJUY A DIARIO

Winona Riders en Jujuy: rock sin nostalgia, pogo sin pausa y una banda fuera del tiempo

Sociedad Española sangró rock como en aquellos tiempos, pero esta vez con el trance lisérgico, beat demoledor y guitarras psicodélicas de una nueva ola.

Jujuy, tierra covers, folclore y fiestas electrónicas de sábado, vivió anoche una invasión sónico-espiritual. Fue en Sociedad Española, ese salón con olor a madera antigua y gloria vencida, donde se presentó Winona Riders, una de las bandas más magnéticas y ruidosas que parió el conurbano bonaerense en la última década. Y sí, el nombre hace referencia a la actriz de Reality Bites, pero ellos hacen otra película.

Formados en 2018 en el oeste del Gran Buenos Aires, los Winona nacieron con una idea clara: hacer ruido, pero con estilo; combinar psicodelia de los 60, noise y krautrock con una potencia stone de garage sucio y electrónico. Suena complejo, pero en vivo se entiende fácil: una pared de sonido que te arrastra. Con tres discos en su haber —el debut con título larguísimo Esto es lo que obtenés cuando te cansás de lo que ya obtuviste (2023), El sonido del éxtasis (2023) y No hagas que me arrepienta (2024)— construyeron una identidad que no le teme al exceso ni a la arrogancia.

Antes de que el trance arranque, Jinetes calentó la pista con su clásico rock and roll criollo de carretera. Banda cordobesa con alma jujeña, marcaron territorio con la solidez que da una década tocando juntos. Entre temas de En la mira y su nuevo material La obsesión, dejaron en claro por qué vienen abriendo para nombres grandes como Los Piojos.

Pasadas las 23, los Winona subieron como si bajaran de un OVNI. Arrancaron con una intro que instaló una atmósfera densa y ceremoniosa. Viajando en el asiento de atrás y Dance in Ecstasy rompieron el hielo: bases repetitivas, sintetizadores en espiral, guitarras afiladas como bisturís y una voz que más que cantar, predica. La banda no improvisa: construye un mantra sónico, influenciado por Spacemen 3, The Stooges, King Gizzard & the Lizard Wizard, The Velvet Underground, Sumo y hasta algo del Brian Jonestown Massacre, pero con marca propia.

En la segunda mitad del show, el pogo se volvió inevitable. Dopamina, Dorado, Media Vida, Riders, Revolver… El set fue una montaña rusa emocional y física, donde el público no se paró a pensar si esto era rock, trance, psicodelia o electropunk. Era simplemente Winona. Esa banda que se promocionó como “lo mejor que le pasó al rock nacional en los últimos 20 años” y que, para sorpresa de muchos, no estaba tan equivocada.

En tiempos donde muchos replican fórmulas o se aferran a la nostalgia de lo que fue, Winona Riders propone un viaje nuevo, incómodo, intenso y liberador. Un espacio fuera del tiempo donde se puede bailar, delirar y romperse, pero con el sentido crítico despierto.

Laura Lozano

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