“Vapear no es un juego”: especialistas advierten sobre daño pulmonar en jóvenes

El aumento del uso de cigarrillos electrónicos entre adolescentes enciende alarmas médicas por su impacto en la salud respiratoria.

El vapeo se instaló con fuerza en la rutina de muchos adolescentes, seducidos por diseños llamativos, sabores dulces y una supuesta imagen “más sana” que el cigarrillo convencional. Sin embargo, especialistas advierten que detrás del vapor aromatizado se esconde un riesgo serio: inflamación pulmonar, adicción a la nicotina y un daño respiratorio que puede ser irreversible.

La doctora Julieta Franzoy, neumonóloga y coordinadora del Programa de Cesación Tabáquica de LALCEC, sostuvo que los vapeadores no son en absoluto inocuos. “Contienen nicotina, pero también otras sustancias químicas peligrosas cuya composición muchas veces ni siquiera está bien detallada. Su uso reiterado puede derivar en cuadros graves como el síndrome EVALI, que ya ha requerido internaciones por lesiones pulmonares severas”, explicó.

Este síndrome, cuyo nombre técnico es E-cigarette or Vaping product use-Associated Lung Injury, fue ampliamente documentado en Estados Unidos y está asociado al daño del parénquima pulmonar. “La gente cree que deja de fumar porque cambia el cigarrillo por el vaper, pero eso es un mito. El daño sigue presente, y la adicción también”, afirmó Franzoy, quien hace años trabaja con pacientes jóvenes que buscan abandonar esta práctica.

Los datos respaldan la preocupación: según encuestas nacionales, casi 1 de cada 4 adolescentes argentinos de entre 12 y 13 años ya probó cigarrillos electrónicos, y más del 11 % los usó en el último mes. En Buenos Aires, casi el 9 % de los jóvenes entre 13 y 18 años ya es consumidor regular. La tendencia crece, y con ella, la exposición a un hábito que promete “menos humo”, pero trae consigo consecuencias invisibles y peligrosas.

El mensaje de los especialistas es claro: los cigarrillos electrónicos no son una alternativa segura, y es urgente desmontar la falsa sensación de inocuidad que los rodea. “Que tengan gusto a frutilla no los hace menos tóxicos”, alertan. La batalla no es solo médica: también es cultural, y comienza con una información veraz y accesible que llegue a tiempo.