Susana Giménez cumple este 29 de enero, 80 años. Una de las mayores divas de la televisión y del teatro argentino, celebra ocho décadas de vida, la cuales estuvieron prácticamente siempre vinculadas al espectáculo.
Hoy a la noche habrá una gran fiesta en su casa de Punta del Este, lugar en el que reside desde que se declaró la pandemia. Con más de 55 años de carrera cosechó grandes éxitos en cada medio en el que incursionó. Vivió a la vista del público compartiendo alegrías, romances, dolores, separaciones. Se mostró exitosa, ambiciosa, vulnerable, falible, lastimada. Una vez que alcanzó la notoriedad, que logró sus primeros éxitos, nunca abandonó el ojo público, nunca se bajó del juego de la fama.
A los 18 quedó embarazada de un estudiante de derecho cinco años mayor que ella, Mario Sarrabayrouse. Los obligaron a casarse. Los padres de ambos no concebían otra solución. Ella acató con docilidad. 7 meses después de la boda nació su única hija, Mercedes.
Era maestra, pero no ejercía. Se quedaba todo el día en su casa con su bebé. De a poco comprendió que estaba repitiendo el patrón de lo ocurrido en su casa materna, se estaba convirtiendo –demasiado pronto- en lo que había jurado no ser. También se repetían las ausencias del hombre, los gritos, la vocación porque ella no saliera del hogar más que para lo indispensable. Hasta que se cansó y se fue de su casa con Mercedes. El padre la contrató como secretaria en su fábrica de jabones.
Ella seguía buscando otros trabajos. Soñó con convertirse en azafata y en actriz. Se presentó a una prueba como modelo para una publicidad gráfica. La eligieron apenas la vieron. Ganó en esa tarde de trabajo casi lo mismo que le pagaban por ser secretaria durante un mes. Comenzó a dejar currículums y fotos en distintas agencias. A los pocos días la pieza gráfica apareció en los diarios y revistas. A la buena paga y el esfuerzo escaso se sumaba otro beneficio: la posibilidad de la fama, de ser conocido. Esa primera publicidad fue de un producto de Gillette, la colonia Valet. El leit motiv de la campaña era: “Esta colonia mata”. En pocas semanas se le acumularon los trabajos. No paraban de llamarla y proponerle sesiones de fotos y publicidades. Antes de que terminara 1967 salió en la tapa de la nueva publicación de actualidad de la Editorial Atlántida, la Revista Gente. Nadie podía saber a esa altura que sería la primera de muchísimas.
Después llegó la explosión. El jabón Cadum quería pasar de las revistas a publicitar en televisión, pero la modelo que era su cara se negó a aparecer semidesnuda, bañándose, en el spot. Convocaron a Susana de urgencia, muy posiblemente gracias a la intervención del persistente Cavallero. Susana no tuvo pruritos. No iba a desaprovechar una oportunidad. Aunque era imposible adivinar lo que vendría después de esa sesión de filmación. Ella de espaldas, un breve giro y la palabra mágica: Shock. El jabón se empezó a vender tanto que por unas semanas los fabricantes no pudieron cubrir la demanda. Todo el mundo hablaba de la chica del Shock, de su belleza, de su espalda desnuda, de su encanto. Filmó otros 8 avisos para la compañía.
Susana siguió creciendo. Participó en Matrimonios y Algo Más (ganó el Martín Fierro a la revelación del año), hizo otras campañas y fue convocada para trabajar con Rodolfo Bebán, uno de los más importantes y populares actores del momento, en una comedia teatral: Las Mariposas son Libres. Rompieron la taquilla durante varias temporadas. Hubo sorpresa entre los críticos por la capacidad y el timing de Susana en el escenario.
En 1974 se produjo la explosión definitiva, el cruce de una frontera. Se dice que persiguió a Daniel Tinayre, el director cinematográfico y marido de Mirtha Legrand, para que la tuviera en cuenta para un papel en cine y en especial para el de La Mary, el personaje principal de la novela escrita por Emilio Perina. Tinayre vio el potencial de Susana e imaginó un compañero de rubro tan popular como ella pero que tuviera el factor sorpresa, un hombre en el que nadie hubiera pensado antes en ese sitio. Convocó a Carlos Monzón, en ese entonces campeón mundial de los pesos medianos, y el deportista más importante del país. Fueron pocos los que vieron el potencial de la propuesta pese a las escenas hot que prometía el director de origen francés. Ni siquiera Susana estaba satisfecha. Se había encontrado con Monzón en algún evento y él le había parecido grosero y desconsiderado. Pero todo cambió el primer día de rodaje. “Apenas nos vimos, nos prendimos fuego”, dijo Susana con una mirada pícara mucho tiempo después.
La película fue un súper éxito de taquilla ubicándose entre las más vistas de la historia de la cinematografía nacional. Tuvo a favor los rumores que corrieron (y aún hoy siguen en pie) de que Tinayre tuvo que interrumpir varias de las escenas de sexo a los gritos porque Susana y Monzón se habían comprometido demasiado con sus personajes. Sobrevolaba la convicción de que ambos habían empezado a salir. Las respectivas parejas lo tomaron de diferente manera. Pelusa Monzón, la esposa de Carlos, fue hasta la puerta del teatro de Susana y la amenazó de muerte. Y a su marido, en medio de una discusión, y cuando él se disponía a agredirla, le disparó con un arma. Héctor Cavallero, también productor de la película, se resignó. Mucho después, con la mirada algo agrietada por el recuerdo, dijo: “Todo lo que fue bueno para la película, fue malo para mí”.
La conmoción que provocó el romance entre Monzón y Susana fue pocas veces igualada por una historia de amor de dos personajes públicos. Héctor Ricardo García solía recordar que la edición más vendida en la historia de Crónica fue la vespertina en la que se confirmaba con las respectivas imágenes fotográficas el romance de la pareja.
Una larga carrera, muchísimos éxitos y algunos fracasos más bien personales, la ubican hoy en el lugar de ser una de las grandes estrellas del espectáculo argentino.