Conmemorado por millones de fieles en todo el mundo, el Jueves Santo marca uno de los momentos más profundos y significativos de la liturgia cristiana.
El Jueves Santo, celebrado este año el 17 de abril, tiene un lugar central en la Semana Santa, ya que recuerda la Última Cena de Jesús con sus apóstoles. Este momento no solo representa una despedida, sino que también da inicio al Triduo Pascual: los tres días más importantes del calendario cristiano, que abarcan la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
Durante la cena, según narran los evangelios, Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía, al ofrecer el pan y el vino como su cuerpo y su sangre, estableciendo así un rito que se mantiene vivo hasta la actualidad en cada misa. En esa misma ocasión, Jesús realizó un gesto que también forma parte de la liturgia de este día: el lavatorio de los pies. Al lavar los pies de sus discípulos, brindó una lección de humildad y servicio, anticipando el mandamiento del amor: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Este acto, de profundo simbolismo, se reproduce en iglesias de todo el mundo como parte de las celebraciones del Jueves Santo, recordando que el liderazgo espiritual está basado en el servicio.

Luego de la cena, Jesús se retiró a orar al Huerto de Getsemaní, en las afueras de Jerusalén, donde vivió una de las horas más angustiantes de su vida. Allí, acompañado por algunos discípulos, oró intensamente y expresó su humanidad al pedirle a Dios que, si era posible, apartara de él el sufrimiento que se avecinaba. Sin embargo, aceptó con obediencia el destino que lo esperaba. Fue en ese lugar donde Judas Iscariote, uno de sus discípulos, lo entregó a las autoridades, dando inicio al proceso que culminaría con su crucifixión.
Es así que el Jueves Santo da comienzo a una secuencia de celebraciones litúrgicas que invitan a la reflexión, la contemplación y la renovación de la fe. Las iglesias se sumergen en una atmósfera solemne: el altar se desnuda al final de la misa y se inicia la adoración del Santísimo en silencio, en espera del Viernes Santo, cuando se recuerda la pasión y muerte de Jesús.